Aicuña
es una localidad ubicada al oeste de la provincia de La Rioja, en el
Departamento Coronel Felipe Varela. Se ubica entre sierras y goza de la mejor
vegetación. Su territorio se extiende desde Sierra Sañogasta hasta el río
Guandacol (este a oeste) y desde Estancia Los Tambillos hasta el Campo
Talampaya (norte a sur).
Es
considerado el primer asentamiento poblacional riojano es decir el lugar de
origen del hombre blanco en Argentina. Con más de 400 años de historia marcada
por pactos entre aborígenes y blancos, idas y vueltas, traiciones y desengaños entre familias, este pueblo tiene mucho para mostrar y
enseñar.
Muy
rico culturalmente, sus cuentos, leyendas y mitos fueron y son transmitidos vía
oral por los más viejos de generación en generación lo que va dejando una
impronta de los valores y la moral que
comparten sus pobladores.
El
linaje de los Ormeño, Páez y Narváez continúa aun vigente en el lugar, sus
apellidos son comunes y conocidos y las familias consideradas fundadoras y
quienes, en parte ayudaron a poblarlo y a su desarrollo. Si bien hace pocos
años que el pueblo festeja anualmente su fundación, lo hace cada 23 de enero
con jornadas repletas de actividades: comenzando por el izamiento de las
banderas nacional y provincial, el canto del himno y de la canción popular propia
del pueblo, la bienvenida a las autoridades, palabras protocolares del
intendente y algunas otras autoridades, una misa en agradecimiento, y luego
muchas otras actividades recreativas, lúdicas, premiaciones y reconocimientos finalizando con la proyección de alguna
película, corto o filmación alusiva y el ya clásico baile popular en el que se
suele invitar a cantores y grupos de folclore de tierras riojanas.
Aicuña
se fue expandiendo porque, naturalmente,
las aguadas hicieron que las personas vayan formando asentamientos
pegados al pueblo, entre ellos se puede citar a: Los Patillos, Puerto Alegre,
Los Tombillos, Paso de San Isidro, Los Palacios, etc.
Su
sustento se basa mayormente en la actividad pastoril (ganado caprino y ovino)
ya que no hay demasiado espacio para la agricultura y el pueblo se encuentra
comprimido entre cerros y valles por lo que escasean las grandes extensiones de
tierra. Sin embargo, existen numerosos nogales y algunas plantaciones de frutas
(excepto de cítricos) y hortalizas. Su suelo es pedregoso pero el hombre lo
hace fértil a través de su trabajo.
Los
pobladores de Aicuña construyeron enormes represas para aprovechar el agua de
las lluvias y poder alimentar a su ganado. Pozos naturales de pura agua
cristalina que bañan muchos campos hicieron que la vegetación de este lugar sea
imponente y que se forme un microclima muy particular.
Para
el visitante que desee conocer esta aldea rural de no más de 200 habitantes, no
se puede dejar de mencionar su pequeña y pintoresca Iglesia la cual se puede
ver desde una loma y también, si desea realizar un circuito por el pueblo, su
camping es muy propicio para almuerzos al aire libre.
Además
de su patrimonio cultural marcada por leyendas, costumbres típicas, rezos y
tradiciones, sus hombres de campo y sus paisajes y clima únicos, existen planes
de construir un hotel con todos los lujos y comodidades para los turistas.
Aicuña también entiende que debe plegarse a la evolución permitiendo la
afluencia de más visitantes que puedan disfrutar y vivir desde adentro toda su
riqueza.
“Un
pueblito perdido en el medio de la nada” podrán decir algunos; mientras que sus
pobladores están orgullosos de su Aicuña y de todos los avances de los últimos
años. Y seguramente viajando y adentrándose en su cultura cualquiera puede
comprender por qué se trata de un pueblo que se detuvo en el tiempo y a la vez
avanzó, por qué está perdido entra el pasado y el presente con miras hacia el
futuro.